Enrique Dussell
Por lo general, los programas de la licenciatura o bachillerato de filosofía tienen, tanto en Europa como en América Latina, pero especialmente en Estados Unidos, dos limitaciones fundamentales.
En primer lugar, una visión “eurocéntrica” de la historia y de los problemas filosóficos, que lleva, por ejemplo, a pensar que la evolución de las filosofías griega y romana pasan directamente a la Edad Media latina, y rematan en la modernidad europea. Una línea recta pasaría de la antigüedad, por la dicha Europa medieval hacia la modernidad. Esto lleva a despreciar, entre otros aspectos, a la filosofía que se ha practicado y practica en América Latina. Recuérdese que el profesor Antonio Rubio de la Universidad de México a finales del siglo XVI editó la Lógica en la que estudió René Descartes esa materia en 1612 en La Flèche.
El otro defecto, en segundo lugar, que se encuentra frecuentemente en las escuelas filosóficas es que un “estilo” filosófico (por ejemplo, el “analítico” en Estados Unidos o en la Facultad de Filosofía de la UNAM) domina sobre otros “estilos” (como el llamado despectivamente “continental”: corrientes filosóficas tales como la fenomenología, la ontología existencial, el estructuralismo, el marxismo, etcétera). Y bien, ambos aspectos limitantes se intentan superar en el programa de filosofía de la UACM, avanzándose en este aspecto en decenios a otras facultades o colegios de filosofía.
La UACM (Universidad Autónoma de la Ciudad de México) tiene un programa de filosofía que se propone dejar atrás al eurocentrismo. Así, en la Historia de la Filosofía, desde el primer semestre, se estudian los primeros grandes filósofos de la humanidad (de China, India, los presocráticos y algunos filósofos de nuestros pueblos originarios). Esto supone, ciertamente, una definición de la filosofía no eurocéntrica (ni meramente “moderno europea”). Si “filo-sofía” es amor a la sabiduría un Nezahualcoyotl o un Tlacaelel (como lo ha enseñado Miguel León-Portilla)2 pueden incluírselos entre ellos, ya que fueron sabios o tlamatini, en el primer caso rey y en el otro consultor de los primeros reyes aztecas. En un segundo semestre, se abordan las grandes ontologías (el taoísmo, confucionismo, filósofos clásicos hindúes, Platón, Aristóteles, el neoplatonismo y los filósofos romanos). En un tercer semestre, se estudian las filosofías que se conectaron por la “ruta de la seda”, desde las china e hindú, la bizantina, muy especialmente la árabe y su prolongación en la Europa latina (muy posterior esta última, ya que accede por ejemplo a Aristóteles por Avicena, Alfarabi o Averroes). Y así en los otros semestres. Es decir, el alumno puede tener una visión planetaria de la filosofía de la humanidad en estos tiempos de globalización, y no sólo del mundo Mediterráneo o de la Europa latino-germánica.
En segundo lugar, el gran defecto de que una escuela filosófica practique sólo un “estilo” filosófico, no es sólo una limitación del claustro de profesores, sino, y es lo peor, no ofrece a los estudiantes la posibilidad de seguir su propia vocación filosófica. ¿Para qué le sirve a un estudiante, que quiere especializarse en “filosofía estética”, seguir largos cursos especializados de lógica, filosofía del lenguaje, filosofía de la ciencia, filosofía de la argumentación, etcétera (de las que debe tener ciertamente los instrumentos mínimos necesarios para una formación general, pero cuando no piensa especializarse en lógica y epistemología, por ejemplo)? ¿Cómo evitar intentar enseñar a todos los alumnos todas las especialidades (lo que es imposible), o pretender instruir en una sola especialización a todos (lo que desalienta a los que no les interesa esa especialidad)? La UACM intenta solucionar esa aparente aporía.
En efecto, se dictan cursos de estudios generales y se exige al alumno que cumpla con un currículo mínimo necesario para poder obtener la licenciatura o bachillerato en filosofía, pero la mayor parte de la formación se hace por especialidades, que son de libre elección por parte del alumno en cuatro niveles: los que prefieren 1) historia de la filosofía, 2) lógica y epistemología, 3) filosofías prácticas (de la economía, de la política, de la teoría crítica, etcétera), o 4) los tratados clásicos filosóficos (ontología, antropología filosófica, etcétera). De esta manera el alumno tiene una formación general filosófica, pero al mismo tiempo comienza una especialización en un ámbito filosófico que ha podido elegir según su vocación, y que le abrirá el camino a la maestría y doctorado en los mismos niveles, llegando a una adecuada formación.
Además, la filosofía mexicana y latinoamericana ocupa un lugar especial desde el origen de la formación del estudiante, para permitirle poder saber “situarse” en su propia realidad histórica, y conocer los problemas y los filósofos de su propia cultura (evitando nuevamente un “eurocentrismo” de nocivos efectos alienantes).
Este programa es el primero en su género en América Latina (y uno de los primeros en el mundo), evitando también lo que acontece frecuentemente en el así llamado “Oriente” (vengo de dictar una cátedra de filosofía en la Universidad Nacional de Corea, en Seúl) de simplemente yuxtaponer la filosofía moderna europeo-estadunidense con la filosofía tradicional oriental, sin articularlas adecuadamente.
El programa de filosofía de la UACM es, en este caso, pionero con respecto a las grandes universidades de México, Brasil o Argentina, y a la de la mayoría de Europa y Estados Unidos. Una experiencia a ser valorada por su innovación, y por lo tanto merece ser apoyada y reconocida.
1 Filósofo
2 Véase de E. Dussel y otros, El pensamiento filosófico latinoamericano (1300-2000), Siglo XXI, 2da. Ed. 2011.
Tomado de: La Jornada, 25 de junio de 2011. Política.
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